viernes, 30 de noviembre de 2012

¡Ahí está ella!

¡Muy buenas tardes! Hoy quiero poneros unos vídeos muy bonito y romántico en dibujos animados. La historia se centra en una sociedad de animales donde hay gatos y conejos, y una linda conejita (aunque un tanto pesada) se enamora perdidamente de un gato, que al principio no la corresponde. ¡Pero eso cambiará pronto! 
Aquí os dejo los vídeos, en orden, ya que son varios.

"¡Ahí está ella!"



"Baile de tarta"




"Doki y Nabi"



"Paraíso"



¡Final! "Imagina"



Esta historia esta realmente cargada de sabiduría. Da igual lo que la gente piense, lo que importa está en tu corazón.




¡Espero que os haya emocionado!

Relato Mágico: Capítulo 1


Un castillo de cristal



El odioso e infernal despertador sonó justo a las siete de la mañana, como casi todos los días de lunes a viernes desde que tenía edad para ir al instituto. Una mano salió de entre las sábanas y buscó a tientas el dichoso cacharro, apagándolo con un manotazo cuando lo encontró. La mano se dejó caer, como muerta, a un lado de la cama, y unos gruñidos se oyeron desde dentro de las mismas sábanas por donde había salido la extremidad. Tras un minuto de espera, una mata de pelo negro y corto asomó, y otra mano ayudó a la que estaba ya fuera a apartar las sábanas, dejando ver a una chica acostada. La joven abrió los ojos de mala gana, y se irguió hasta quedarse sentada. Con un suspiró, volvió a su rutina de siempre: vestirse, lavarse, arreglarse, desayunar y coger su cartera para salir a la cruda realidad de la calle, camino al instituto. Al menos, pensaba a veces, ya solo queda un año… Y, en efecto, aquel era su último año de instituto antes de acceder (o al menos, intentarlo) a la universidad.

La joven se llamaba Zaira, y era una chica alrededor de los dieciocho, diecinueve años, con el cabello corto y de un profundo negro azabache. A ella nunca le había gustado el pelo largo, porque le impedía moverse con soltura y le molestaba mucho el calor que desprendía en verano. Sus ojos eran de un extraño color violeta, aunque solo se veía con claridad cuando los rayos del sol incidían sobre ellos. Por lo demás, no era una chica muy alta ni muy baja, y sólo parecía destacar cada vez que se anunciaba algún concurso de literatura o poesía y ella siempre quedaba la primera, o para aportar ideas sobre la decoración de cualquier otro evento. A Zaira le gustaba mucho leer, sí, y hasta le gustaría a veces transportarse a ese mundo de fantasía, donde estaba segura de que encajaría mejor que en el mundo en el que se encontraba ahora. De hecho, odiaba su ciudad y todo lo que había en ella: los coches le mareaban, arrugaba la nariz al oler a alcantarilla o a cigarrillo, y se tapaba los oídos cada vez que tenía que oír el rugido del motor de los coches al pasar o del griterío de la gente por las calles. Pero tenía que resignarse, al fin y al cabo no había nada más tras las puertas de la cruda realidad en la que se encontraba y, pensándolo mejor, podía haber sido peor. Podía haber nacido en alguna familia que la obligase a casarse a los quince años, o podría haber nacido en un país en el que no tuviera ni voz ni voto o tuviera que taparse de pies a cabeza cada vez que saliera a la calle. Sus ojos y su nombre eran lo único que le gustaba de verdad. Zaira sonaba exótico, como los nombres de las protagonistas o demás personajes femeninos de sus libros favoritos, libros que ocupaban dos estanterías enteras, más el armario, de su habitación.

Mientras Zaira caminaba en dirección a su cárcel personal, el instituto, mantenía la mirada fija en el suelo y no se dio cuenta de una figura que se acercaba furtivamente a ella, y colocaba su mano alrededor del hombro de la chica. La joven salió de su ensoñación y se volvió rápidamente.
-¡Qué susto! -.Exclamó Zaira.
La chica que le había dado el susto se rió ante el comentario de su amiga.
-¿Tan fea estoy por las mañanas?  Buenos días a ti también, Zaira -.Le dijo mientras se ponía a su lado. Zaira frunció el ceño. Su amiga Carlota no vivía cerca de ella precisamente, pero aun así siempre se las arreglaba para alcanzarla en el camino de ida, y siempre la dejaba en el mismo punto en el que la había encontrado a la salida.
-Buenos días, Carla -.Era un apodo de ella.- Perdona, estaba un poco adormilada.
-¿Cómo todos los días? -.Soltó una carcajada.- Sería un aviso del fin del mundo el día en que no estés en las nubes.
Las dos amigas llegaron al instituto juntas, como casi todas las veces, y Zaira siempre se alegraba de su compañía. Carlota no era buena en las mismas cosas que ella, pero sí en los deportes. Era tan ágil como un gato, solía pensar Zaira las pocas veces que se dejaba caer en el destartalado y polvoriento gimnasio del instituto. Al verla allí, Zaira sentía admiración por la forma tan grácil y rápida de moverse que tenía su amiga, practicando cualquier deporte. Da igual cuantos miembros hubiera en el equipo, ella siempre destacaba marcando un punto en el equipo contrario, o bien ganando directamente.

Las clases pasaron tan lentamente, que parecía que el tiempo siempre se demoraba cada vez que Zaira cruzaba la puerta de su clase. Para colmo, su amiga Carla estaba en una clase diferente, así que la mayoría del tiempo estaba sola. No es que fuera una marginada, pero tampoco era la más popular. Y ella lo prefería así, sin tener que mostrar falsas sonrisas o fingir entretenerse con algunas payasadas de los chicos. Se había acostumbrado a ser simplemente “una alumna más”, una chica del montón.
Tras las seis largas horas de clase que tenía Zaira, sonó por fin el timbre que clamaba la palabra “libertad”, y la joven cogió sus cosas rápidamente y se alejó lo máximo posible del aula. Cuando se encontró con su amiga Carla, ésta le devolvió el saludo y emprendieron el camino de vuelta. Mientras tanto, su amiga la observaba, como intentando descubrir el motivo de su silencio.
-Estás muy callada. ¿Estás bien? -.Le acabó preguntando. Zaira la miró y esbozó una ligera sonrisa.
-Sí. Es que últimamente no duermo muy bien… -.Confesó.
-¿Es otra vez ese sueño?
-Algo así… -.Zaira, desde que tenía memoria, siempre había tenido el mismo sueño. Bueno, más bien, sueños parecidos porque en todos ellos se encontraba siempre lo mismo: un gran palacio de cristal. A ella le parecía algo inalcanzable, por mucho que lo intentase no conseguía llegar hasta el castillo que se alzaba imponente delante de ella. Aunque tampoco lo había intentado mucho. Sin embargo, eran unos sueños un tanto molestos para ella, sobre todo cuando parecían pesadillas y se levantaba con unas angustiosas ganas de llorar.
-A lo mejor viste ese castillo en algún sitio: una revista, una película… -.Su amiga intentó aportar algo. Zaira, sin embargo, negó con la cabeza.
-No recuerdo nada de eso.
-¿Y por qué no intentas poner de tu parte y acercarte a ese castillo? No sé, a lo mejor resulta que necesitas entrar allí.
Zaira suspiró.
-Ya lo he intentado, pero en mis sueños parece que nunca avanzo -.Se llevó una mano a la sien y frunció el ceño.- No te preocupes, Carla -.La miró a los ojos y le ofreció una sonrisa que pretendía ser calmada y tranquila. Aunque lo que en realidad quería era no seguir hablando del tema, y el único modo de conseguirlo es no dar más pie a su amiga a que siguiera preguntando. Carla lo entendió, y le respondió a la sonrisa.
-Esta tarde, ¿podrás salir? -.Le preguntó Zaira tras cruzar una calle.
-No puedo… Tengo entrenamiento -.Le dijo su amiga bastante deprimida. Carla practicaba el tenis desde hacía ya dos años y medio. Como no, era muy buena en ello, y además la ayudaba a desahogarse tras algún conflicto que tuviera con su novio, Rober. A Zaira le parecía una pareja encantadora, aunque tenían cada disputa de vez en cuando, que hubiera alejado a cualquiera de puro terror. Carla podía llegar hasta un tono bastante alto de voz cuando se enfadaba, y Rober se achicaba tanto que casi parecía un perrito agachando las orejas, asustado, y con el rabo entre las piernas.
Zaira le respondió que iría a verla entonces, pues no tenía nada mejor que hacer, ya que de momento no tenían ningún examen. Y a ella no le importaba en absoluto pararse una hora y media tras las verjas de la pista de tenis, observando la cara tan concentrada que ponía su amiga mientras seguía la pelota a toda velocidad y la golpeaba con fuerza con su raqueta.

Tras despedirse de su amiga y recorrer el camino que le quedaba hasta casa, Zaira dejó su mochila y sus cosas sobre la cama en su cuarto y bajó para ayudar a su madre en la cocina, aunque tenía la cabeza en otras cosas. ¿Por qué siempre soñaba con el mismo castillo? Y el caso es que parecía tan real… Con aquellas torres cristalinas, que hasta parecían reflejar el brillo de los rayos del sol sobre ellas. Y el diseño del castillo era totalmente diferente a cualquier otro que hubiera podido ver… Parecía sacado de un cuento de hadas. ¿Sería verdad que lo habría visto en alguna revista o algún dibujo de algún libro? A lo mejor lo había visto cuando era una niña… Pero aquello no explicaba que se le hubiera quedado tan grabada esa imagen. ¿Cuánto tiempo más debería esperar a obtener una respuesta a esa eterna pregunta, que parecía perseguirla con cada año que cumplía, con cada paso que daba? A lo mejor debería ver a un especialista…
Zaira suspiró. ¿Cómo había podido pensar aquello? Ir a un especialista podía parecer que es que estaba loca, o algo parecido. Y tampoco quería gastar tan egoístamente el dinero que le proporcionaba su familia. No. Tendría que convivir con aquel sueño para el resto de sus días… O, tal vez, con suerte aquel sueño desapareciese con el paso de los años.  Tal vez cinco como máximo.

Mientras tanto, en un lugar no muy lejos de donde se encontraba Zaira meditando sobre el motivo del castillo de cristal en sus sueños, unas sombras oscuras avanzaban por entre las callejuelas, dispuestas a divertirse. No paraban de reír, esperando el momento oportuno para aprovecharse de algún ingenuo humano, que no podía concebir la idea de que su mundo pronto sería destruido…

Esa noche, mientras las farolas emitían una débil y pálida luz anaranjada sobre las calles de la ciudad, envolviéndola en un lúgubre escenario de terror, un hombre un tanto ebrio se tambaleaba de lado a lado mientras caminaba a su casa después de un duro día de trabajo. Intentó mantenerse despierto, pero los párpados de sus ojos parecían tener vida propia y se negaban a permanecer abiertos, exigiéndole que durmiera. Y en estas estaba cuando, al pasar por delante de un callejón, oyó un llanto de una niña. Se quedó quieto, sospesando la posibilidad de habérselo imaginado, mirando con recelo la oscuridad que no dejaba ver el fondo de aquel callejón, cuando volvió a oírlo. Dio un paso tembloroso hacia la oscuridad.
-Hay… ¿Hay alguien ahí? -.Preguntó con una voz tan temblorosa como su forma de caminar hacía unos momentos.
Se oyeron unos gimoteos.
-Por favor, ¡ayúdame! -.Pidió una voz en la oscuridad, casi inaudible y femenina. El hombre se acercó, entrecerrando los ojos para poder divisar una figura femenina.
-¿Dónde estás? No puedo verte -.Dijo entonces. Se oyeron unas risas divertidas, y una sombra se colocó detrás de él. El hombre se volvió de repente, asustado.
-¿Dónde voy a estar? ¡Estoy aquí mismo! -.La sombra gritó y estalló en carcajadas antes de abalanzarse sobre el hombre.

Nadie pudo oír sus gritos de ayuda. Fueron ahogados por unas risas en la noche.






        ¡Próximamente: Capítulo 2, Peligro en la noche!
 

¿Nueva versión de Hansel y Gretel?


Parece que está de moda hoy en día hacer cada uno una versión propia de los clásicos cuentos de hadas. Hemos visto versiones de Blancanieves, Caperucita Roja, incluso versiones alternativas en la nueva serie que está tan de moda: Once Upon a Time.

Hace poco encontré el tráiler de una nueva película acerca del cuento de Hansel y Gretel. ¿Lo recordáis? Aquellos dos niños que se pierden en el bosque y encuentran una casita de chocolate custodiada por una bruja...

Pues esta versión es lo que pasa después de aquello. Ambos niños se vuelven cazadores de brujas, y van recorriendo todos los pueblos, matando cualquier bruja que se encuentren con armas de fuego y con toda la nueva tecnología.

Eso es precisamente lo que me hace gracia. Es decir, si os fijáis en el tráiler, se ve un tiempo pasado al que estamos actualmente, con chozas y casas antiguas y con antorchas en vez de luz eléctrica. Y aun así, ¿tienen pistolas, ballestas...?

Os dejo el tráiler para que vosotros opinéis. 
Personalmente, me parece una bazofia de película, que lo único que busca es llamar la atención con la acción y el sinsentido, porque razonable, no es.






¡Espero que os haya gustado!



La Hora de los Cuentos: El fiel Johannes y Los doce hermanos

¡Aquí lllega de nuevo la hora de los cuentos! Hoy traigo dos buenos cuentos, un poco largos, pero que tienen un bonito final.





Hoy:

El fiel Johannes.

La historia se centra en uno de los criados de un viejo rey. Este rey, a punto de morir, le hace prometer a Johannes que cuidará de su hijo, el príncipe, y le enseñará todas las habitaciones del castillo excepto una. En esta habitación, al parecer, se encuentra un retrato de una joven muy hermosa, a la que llaman la Princesa del Techo de Oro, y que si la llega a ver, se enamorará tan perdidamente de ella que hará cualquier estupidez por ella y, además caerá inconsciente (cómo viven el amor, ¿eh?). El caso es que el príncipe siempre había querido saber qué había en esa habitación, pero Johannes nunca le dejaba. Hasta que un día se hartó, y le exigió que la abriese. Por supuesto, al ver a la joven, cae rendido de amor y decide encontrarla. Johannes le explica que se trata de una princesa que vive en una isla, cuyo castillo y su interior estaban hechos de oro, y que ella seguramente no querría verle porque no le gustaban las visitas. Entonces, el criado idea un plan para que el joven rey pudiese verla (y no es más fácil decirle que la tía se ha muerto y así se olvida de ella? Pues al parecer, no) y deciden hacer muchos animales y plantas con lingotes de oro, para después tentar a la princesa. Se hacen pasar por comerciantes y llegan a la isla, engañan a la chica y se la llevan de vuelta al reino. De camino, el joven rey y la princesa pues se empiezan a querer más y tal, y el criado ve venir a un par de cuervos. Y decide escuchar su conversación, porque sabe el idioma de los pájaros (y yo me pregunto, ¿cómo se aprende? ¿Hay que ir a alguna clase especial?). Estos cuervos hablan acerca del joven rey, que no está destinado a casarse con la princesa. Al parecer, nada más desembarcar vendrá un corcel con las riendas de oro, y él, al montarlo, se caerá de la montura y morirá. Solo se puede impedir si alguien se subiese antes al caballo, sacase un arma que lleva en un morral, y le matase al corcel de un disparo. La segunda cosa que le sucederá es que, en el castillo, se encontrará con un traje de bodas precioso, y al intentar ponérselo, se quemará vivo y morirá. Solo se impedirá si alguien le arrebata el traje y lo echa al fuego de la chimenea. Y la tercera cosa, es que después de la ceremonia de boda, la princesa caerá muerta y solo despertará si alguien le muerde un pecho y saca tres gotas de sangre con la boca, escupiéndolas después. ¡Peero! Nadie puede explicárselo o contárselo al príncipe porque sino, se convertirá en piedra. Johannes, por supuesto, es tan fiel a su rey que hace todo eso, pero sin decirle nunca el por qué. Hasta que, con lo de la princesa, el rey se enfada y le manda a la horca. Pero antes de morir, Johannes se lo explica todo, y se convierte en piedra. El joven rey se siente muy mal, y deja la estatua en su habitación para pensar siempre en él (a mí me daría mal rollo tener una estatua en mi habitación).
Pasa el tiempo, y la princesa tiene gemelos. El rey siempre está lamentándose de no poder devolver la vida a su criado, hasta que la estatua le habla y le dice que, si quiere salvarle, debe matar a sus dos hijos y salpicar la sangre de ellos sobre la estatua para que reviva (¡Pero qué brutalidad!). ¡Y va el tío y lo hace! Porque siente que le debe eso y mucho más. Así que los decapita y Johannes revive. Al hacerlo, el criado como recompensa le devuelve la vida a los hijos del rey, con solo ponerles la cabeza de nuevo sobre el cuerpo. Y así, vivieron todos felices y contentos.

¡Por fin un cuento que acaba bien! Casi no me lo creo. Aunque reconozco que son un poco sádicos y violentos, ¿no? Son como historias de horror o algo así. Y no hay tampoco mucho amor de pareja, solo, y nuevamente, de criado y príncipe. ¿No os recuerda a un cuento anterior? Uno de los primeros que leí: el del rey sapo y Heinrich el de los hierros.





Los doce hermanos.

Este cuento trata de doce príncipes que vivían con sus padres, los reyes. Un día, la reina se quedó embarazada, y el rey le dijo que si era una niña, mataría al resto de sus hijos porque quería que su hija heredase toda su fortuna, y para demostrárselo, hizo fabricar doce ataúdes (Jolín con el padre, qué mala hostia tiene). A la reina le da un síncope, claro, y el más pequeño de sus hijos, Benjamín, se preocupa y recibe la noticia. La reina les pide que huyan, que vigilen en el árbol más alto del bosque y, si era niño, habría una bandera blanca. Pero si era niña, la bandera sería roja. 
Al final, la bandera es roja, y los demás hermanos se enfadan tanto que juran matar a toda chica con la que se encuentren. Benjamín y sus hermanos se internan en el bosque, porque no pueden volver a palacio, obviamente, y se encuentran con una casita donde hay una vieja. Les dice que la casa es para ellos, y que hay unas lilas en la ventana. Siempre que estén florecidsas, no sufrirán ningún peligro, y se larga. Los hermanos se quedan varios años allí, dejando que Benjamín se ocupe de la casa y cocine para los demás hermanos, que se van a cazar, porque él era el más pequeño (yo creo que le veían maneras de mariposón). El caso es que la princesa descubre la existencia de sus hermanos, y se va al bosque para conocerles. Se topa con la cabaña y conoce a Benjamín y a los demás hermanos, quedándose con ellos para ayudar a Bejamín con la casa. 
El caso es que la niña quiere acompañar la comida con una de las lilas de la ventana, así que la corta. Y al hacerlo, la casa se desvanece y los hermanos se convierten en doce cuervos negros que se van volando. La vieja de antes aparece, la regaña por lo que ha hecho, y le dice que si permanece totalmente en silencio y sin reír durante siete años, los cuervos se convertirán de nuevo en sus hermanos. Ella accede y se sube a un árbol para pensar, en silencio. Mientras tanto, aparece un joven rey que la descubre, y nada más verla, se enamora y le pide que si quiere casarse con él (como preguntar "qué tal estás", vamos). 

Pasan los años, la joven reina sigue en silencio y la madre del rey le dice a su hijo cosas horribles de su esposa (la típica suegra tocapelotas) y al final el rey se lo medio cree y somete a la chica a juicio. Entonces, a punto de estar quemándose en la hoguera (porque los jueces eran partidarios de la suegra tocapelotas y la mandaron a la hoguera como a las brujas) aparecen los cuervos y se transforman en los doce hermanos, que la salvan. Es entonces cuando condenan a la suegra tocapelotas a morir en un barril lleno de serpientes venenosas y aceite hirviendo. Un poco tonto, porque si hay serpientes, el aceite las mataría.

En fin, el caso es que acaba bien, sí, pero los castigos son un poco crueles ¿no? No basta con un par de latigazos, no, te meten en un barril lleno de víboras y con el aceite hirviendo. 




¡Espero que os haya gustado! ¡A comer perdices!

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡El puchino Pío!


¡Buenas tardes! Hoy hace un frío invernal, pero dicen que la risa calienta bastante y nos ayudará a olvidar el frío que hace. Para eso, os traigo aquí un vídeo muy divertido y con ritmo que seguro os hará bailar.

¡El puchino Pío!



¡Y a bailar!

¡Espero que os haya entretenido!

La Hora de los Cuentos: El muchacho que se fue de casa para averiguar qué son los escalofríos.


¡Aquí vuelve de nuevo la hora de los cuentos! Esta vez, traigo un cuento un poco más largo.





Hoy:

El muchacho que se fue de casa para averiguar qué son los escalofríos.

La historia, como ya he dicho antes, es un poco más larga, pero intentaré resumirla. Resulta que era un pueblo donde vivía un hombre con dos hijos: uno muy inteligente y el otro tonto perdido. Claro, la gente se cebaba con el tonto porque decían que era tonto y no sabía hacer nada. ¿Pero nada, nada de nada? Pues sí, parece ser que sí. El caso es que el tonto, que no sabía nada de nada, tenía curiosidad por saber qué era eso que todo el mundo llamaba "tener escalofríos". Durante todo el cuento, cabe destacar, se refieren a tener escalofríos con pasar miedo o con recibir sustos y cosas así. El caso es que el tonto va a trabajar con el sepulturero del pueblo, que se disfraza de fantasma para gastarle un susto en el campanario y el tonto no tiene miedo y le pregunta quién es, pero como no se lo quiere decir, pues ¿qué hace? ¡Le tira por las escaleras! Y encima le deja allí tirado, moribundo (solo se había roto una pierna). No sé, a mí de momento el chico me parece violento más que valiente. El caso es que le echan la culpa y el padre se enfada tanto que le echa de casa, así que se va de viaje porque dice que quiere saber qué son los escalofríos para ganarse la vida. Y durante el camino, se encuentra con un hombre que le dice que pase la noche cerca de una horca donde había unos cuerpos colgados (muertos, claro), y el chico lo hace. Y al montar la hoguera, descuelga a los muertos para que se calienten junto al fuego con él. O sea, qué macabro es todo esto ¿no? ¿No saben que están muertos? Me da mal rollo. El caso es que sigue su camino, buscando cómo sentir escalofríos (porque el pasar la noche con los colgados esos no funcionó) y le hablan acerca de un rey que ha dictaminado que quien pase tres noches seguidas en un castillo encantado por entes oscuros, se casará con su hija, la princesa,y recibirá grandes tesoros y riquezas ocultas en el castillo encantado. El chico prueba suerte, y la primera noche se le presentan dos gatos que quieren jugar a los naipes. Pero el chico pide que les muestren las uñas, y al verlas tan largas, intenta limárselas y al final dice que no le gustan esas uñas y no le apetece jugar a los naipes. ¿Y lo deja ahí? ¡Nooooo! ¡Mata a los dos gatos y los echa al fuego! Se estaría quedando sin leña para el fuego que tenía montado. El caso es que más tarde se le aparecen todo tipo de animales, perros y gatos, que la lían parda hasta que él se cabrea y empieza a matarlos con una cuchilla. ¡Pero qué brutalidad! Cualquiera le cabrea al tipo este, ¿no? Después tiene sueño y quiere echarse en una cama que había allí, pero ésta empieza a moverse y a recorrer a toda pastilla todo el castillo, hasta que vuelca y lo intenta aplastar. ¡Y el tipo ni se inmuta! Vale que no tengas escalofríos, pero ¿no te acojona un poco que una cama intente matarte? Al parecer, a este chico no.
A la noche siguiente, empiezan a caer cuerpos mutilados por la chimenea, y la parte inferior de un cuerpo empieza a corretear por ahí. Más tarde, aparecen unos muertos vivientes jugando a los bolos con calaveras, y él participa jugando también. Yo aquí, estaba ya alucinando, pero seguí leyendo.
La tercera noche, se le presenta un ataud con un muerto, y él se empeña en decir que es su primo. Lo saca de la caja e intenta calentarlo junto al fuego, hasta que al final se mete con él en la cama para darle calor humano. Pero, ¡qué asco! Este cuento se empezaba a ir de las manos, ¿eh? Pero al final el muerto se despierta y se indigna (cómo no) y el chico tiene que meterlo de nuevo en el ataud. Al poco rato, se lamentaba el chico de que no podía tener escalofríos y que deseaba saber qué era eso, y se le presenta un viejo queriendo matarle (así porque sí. A lo mejor era el dueño de los gatos jugadores de naipes) y se van hasta una especie de fragua donde el viejo descarga el martillo sobre un yunque y lo hunde en la tierra. El chico no se sorprende y, haciendo lo mismo que el viejo, lo parte por la mitad el yunque. Después, le coge al viejo por la barba y la mete entre las dos mitades, que al volverlas a unir, se quedó atrapado. ¿Y qué hizo? ¡Pues molerlo a golpes! Y tan tranquilo. El viejo se rinde y le guía hasta una sala con tres cofres llenos de oro.

El caso es que se casa con la princesa y hace rey al final y todo eso, pero sigue sin saber qué son los escalofríos. Hasta que la mujer ya se cabrea y una de sus criadas le dice que tiene la solución. Se fue a un río, cogió con un barreño agua con un montón de pequeños pececillos, y por la noche, retirando las mantas, lo volcó sobre el chico que dormía. Entonces, al sentir los pececillos meneándose por ahí y húmedos (a mí me daría un asco que te mueres) resulta que sí tiene escalofríos y se alegra un montón.


.... No sé vosotros, pero a mí este cuento me ha dejado con mal sabor de boca. No sé, como si me esperara algo más, que no algo tan tonto y tan simple como el barreño con los pececillos. Y aparte, todo el tiempo juegan con cosas de miedo, y resulta que lo último es una cosa ASQUEROSA, que no tiene nada de terrorífico. Pero al menos, pasas un buen rato riéndote con la de cosas terroríficas que dan risa, como los muertos jugando a los bolos.
En resumen, este cuento me ha dejado... como con hambre. Quizá el próximo prometa algo más.





¡Espero que os haya gustado!

martes, 27 de noviembre de 2012

Relato Mágico - Prólogo

Poco a poco, día a día, voy a ir colgando partes de un pequeño relato de fantasía que estoy escribiendo. Aún no tiene título, de ahí que lo llame así. Espero que os guste ^.^


La historia del Valle de las Estrellas Caídas se cuenta desde hace muchos años como parte de la historia de Soramar. Año tras año, el hermoso castillo de cristal que se alza sobre el Valle ha sido objeto de muchas versiones sobre su origen,  pero en casi todas, el relato es siempre el mismo.


Esta leyenda comienza muchos años antes de la cristalización del reino de Galia, situado en el Valle de las Estrellas Caídas. Este reino se caracterizaba por un mágico y misterioso color púrpura en los ojos de cada habitante nacido allí, debido a una profunda conexión que tenía con su gente la diosa Gala. En la historia del origen y fundación de ese reino, se dice que esta diosa, con el cabello negro como la noche y unos brillantes ojos violeta, se enamoró de uno de sus sacerdotes en un templo cerca del Valle. La diosa, de una gran mente imaginativa, decidió crear un hermoso templo que, a su vez, hiciese de capital para un reino próspero y feliz. Por eso, de la unión de esa diosa con aquel mortal, nacieron las gentes de Galia, y el reino fue fundado en honor a su madre. A su vez, el castillo era también el templo donde se la rendía culto, y albergaba algo más que un simple trono. La diosa Gala, encantada con la ciudad que ella misma había creado, a su marcha al mundo de los dioses decidió dejar a cargo de sus hijos un poderoso y mágico objeto: el Portal. Dicho objeto era un extraño haz de luz purpúrea, con a veces pequeños rayos en su interior, rodeado por aspas que constantemente estaban en movimiento. El Portal protegía las fronteras entre todos los mundos, y jamás debería ser usado, o el caos reinaría en el mundo de Soramar y en todos los demás. El reino de Galia debería protegerlo en todo momento, ya que solo ellos tendrían el poder necesario para ello.

Durante años, el reino de Galia no padeció guerras ni desgracias de ningún tipo, y disfrutó al máximo de unos tiempos felices. El último día antes del desastre,  se había anunciado el nacimiento de la princesa heredera, por la que todos celebraron una fiesta en su honor.  Pero el destino del reino ya estaba dado: colándose sin ser percibido por la guardia, unos ojos envidiosos y de un salvaje tono dorado codiciaban el poder del Portal. Así que nadie pudo percibir esa sombra, bajo el cuerpo de una simple criada, entrar en la habitación donde permanecía el Portal, y…

El castillo entero tembló.

La brecha entre todos los mundos fue rota, dijeron desde entonces. La línea delgada que protegía todos los límites conocidos tembló y se rompió.
Los ciudadanos, asustados, intentaron reparar el Portal, pero ya era demasiado tarde. Mientras tanto, desde un mundo de una profunda oscuridad donde no crecía nada, una sombra helada se escapó, y se cernió sobre el reino de Galia con su manto invernal. Muchas historias coinciden en que era un Demonio del Hielo, tan grande e imponente como una tormenta de nieve y terror, que asoló el reino con el caos.
 Los sacerdotes no sabían qué solución dar al problema que los estaba llevando a su destrucción, y entonces, fue la propia reina quien dio el paso.

Asustada por el destino que le deparaba a su pequeña hija, se cuenta que tuvo una visión en la que la diosa Gala en persona le señalaba el Portal con gesto de apremio. Cuentan también que un beso en la frente y una promesa que nadie pudo oír fue todo lo que la reina le dio a la princesa antes de tocar el Portal.

En aquel instante, la princesa desapareció de los brazos de su madre entre las líneas atemporales de todos los mundos conocidos y por conocer, y el reino entero se convirtió en cristal. Habitantes, casas, el propio castillo…

Todo se había cristalizado.

Los bárbaros del Norte alegan que fue el poder del demonio helado lo que lo provocó, sin embargo, la raza Tassa del este afirma que fue el hecho de que la princesa abandonara el mundo de Soramar.

Sea como fuere, la Profeta de los Cuervos dictaminó un mensaje: que solo aquel que tocara último el Portal, sería el único en poder restaurar el equilibrio del mundo…
Pero todos coinciden en que, desde aquel día, las lágrimas de la diosa Gala caen como estrellas fugaces sobre el Valle...



¡Próximamente: Capítulo 1, Un castillo de cristal!

La hora de los cuentos: El Rey Sapo o Heinrich el de los Hierros y El gato y la ratita montan su hogar


¡Buenas tardes! Ayer recibí un libro precioso de cuentos de los Hermanos Grimm, y cada día añadiré a este blog una opinión personal acerca de dos cuentos que haya leído de ese libro.






Hoy hablaré sobre:

El rey sapo o Heinrich el de los hierros.

Es el cuento clásico de la princesa y la rana. Ya sabéis, el de la princesa que pierde una pelota (en este cuento, una canica de oro) en el fondo de un estanque y viene una rana que quiere estar con ella, y ella al darle un beso, él se convierte en príncipe. Así sí os suena, ¿verdad?
¡Pues este cuento no es así para nada! A ver, primero, la joven princesa tiene un juego favorito que consiste en atrapar al vuelo una canica dorada (¡Vaya diversión!) y ésta se le cae al fondo de un pozo. ¡Y se pone a llorar! Chiquilla, eres una princesa, ¿no tienes dinero para procurarte otra, o es especial esa canica simplemente por estar hecha de oro? Aunque a lo mejor era un regalo de su madre, pero eso no lo pone en el cuento. Por cierto, de la reina, ni se habla.
Entonces viene la rana, que se pone a hablar con ella así porque sí (claro, las ranas desde siempre han hablado), y hace un trato con ella: si le devuelve la canica dichosa, tendrá que dejarle entrar en el castillo, comer de su plato, dormir en su cama... etc etc. La princesa se lo piensa y llega a la conclusión de que aquello sería imposible puesto que las ranas vivían en el agua (¡Por fin algo coherente!), pero aun así accede y luego, con la cania, ¡corre como alma que lleva el Diablo!.
Más tarde, en el castillo se presenta la rana (perdón, en el cuento, es un sapo. Pero tampoco hay mucha diferencia) y el rey le obliga a la hija a cumplir su promesa, así que le deja comer del plato del que estaba comiendo ella. Más tarde, la rana le dice que está cansado y que quiere irse a dormir, así que ella va a su habitación. Al principio intenta cerrarle la puerta, pero la rana no deja de insistir. Luego, quiere dejarle en el suelo, pero ni con ésas. Y, claro, la princesa se harta, coge a la rana y la estampa contra la pared (¡PAM!). Y, claro, ¿qué pasa después? ¿La rana muere? ¡Pues no, porque eso sería lo lógico! La rana se convierte en.... ¡Tachán! Un príncipe. Y la princesa cae coladita por él, y entonces le cuenta que una malvada bruja le maldijo (siempre son brujas). 
Aquí tengo que decir algo, porque no me aguanto. A ver, siendo ya rana, y pudiendo como podía hablar, ¿por qué no se lo dices desde un principio? ¿Qué más da, si de todas maneras se iba a enamorar de ti nada más verte? Pues no, la rana decide comer por la cara y dormir con una chica guapa. 

Lo de Heinrich el de los hierros, viene a ser que, cuando el príncipe se lleva a la princesa a su reino, aparece un carruaje en el que va Heinrich, un criado del príncipe. Este criado, al enterarse de la maldición del príncipe, se pone muy triste y va al herrero y le pide que le haga unas cadenas de hierro en el pecho para evitar que el corazón le estalle, porque el hierro es más fuerte que el dolor. Y cuando ve al príncipe, se llena de alegría y el amor es más fuerte que el hierro, así que las cadenas empiezan a desprenderse y a caer.

Sin duda, del cuento esta es mi historia favorita. Tampoco tiene mucho sentido de que el tipo siga viviendo después de tener unas cadenas de hierro en el pecho, y que se desprendan solas después, pero al menos el trasfondo es bonito. Veo más amor por parte del criado que entre los príncipes, la verdad. 
Pero bueno, ha sido una historia entretenida.









El gato y la ratita montan su hogar.

Esta historia no la conocía, y me quedé a cuadros cuando la leí. Al parecer, un gato y una ratita (¿os habéis fijado en el diminutivo para dulcificarlo? Porque rata ya suena muy feo) se llevan muy muy muy bien y se quieren mucho (como amigos), y deciden irse a vivir juntos a una casita. El gato convence a la ratita de que compren un tarro con manteca para cuando, en invierno, pasen hambre y no tengan que buscar comida con el frío que hacía. Para guardarlo, lo esconden en la iglesia (Vamos a ver, o sea que tienen una iglesia y una casa, pero no tienen una maldita tienda que vendan comida). Pero al cabo de un tiempo, el gato tiene hambre y le miente a la ratita diciéndole que tiene que hacer de padrino en un bautizo, así que se larga y va a la iglesia a comerse la parte de arriba del tarro de manteca. Al volver, la ratita le pregunta el nombre del pequeño gatito, y este responde "Lo de encima se acabó". Y la ratita se extraña, pero no dice nada. ¡Pero bueno! ¿A quién se le ocurre pensar que puede haber alguien que llame a un gato "Lo de encima se acabó"? En serio, la ratita era un poco "cortita". O eso, o también el gato buscaba provocarla, porque ya que mientes, mientes por entero y no digas ese tipo de frases.
El caso es que vuelve a mentirle a la ratita (encima la misma mentira) y se zampa la mitad del tarro. A la ratita le dice que el nuevo gatito se llama "Ya solo queda la mitad". Y vuelve una tercera, y se termina el tarro, así que al volver le dice a la ratita que el nuevo cachorro se llama "Ya no queda nada".
Entonces llega el invierno, y la ratita y el gato pasan hambre, así que deciden ir a buscar el tarro de manteca que dejaron en la iglesia. Pero lo encuentran vacío, y la ratita (¡Por fin!) lo pilla.

¿Y qué hace el gato? ¿Pide perdón a su amiga? ¡Nooooo! ¡Se la come! Así de simple. Y, encima, el cuento tiene la chulería de decir al final: ¿Y qué esperábais? La vida es así.
Después decía que se trataba de una fábula normal y corriente. ¿Cómo que una fábula? ¿Qué se supone que significa? ¿Que no compartas piso? ¿Que no le des nunca manteca al gato? Sigo sin entenderlo.

Pero bueno, al menos, lo de que el gato se come a la rata ya lo veía venir.







¡Más el próximo día!