miércoles, 28 de noviembre de 2012

La Hora de los Cuentos: El muchacho que se fue de casa para averiguar qué son los escalofríos.


¡Aquí vuelve de nuevo la hora de los cuentos! Esta vez, traigo un cuento un poco más largo.





Hoy:

El muchacho que se fue de casa para averiguar qué son los escalofríos.

La historia, como ya he dicho antes, es un poco más larga, pero intentaré resumirla. Resulta que era un pueblo donde vivía un hombre con dos hijos: uno muy inteligente y el otro tonto perdido. Claro, la gente se cebaba con el tonto porque decían que era tonto y no sabía hacer nada. ¿Pero nada, nada de nada? Pues sí, parece ser que sí. El caso es que el tonto, que no sabía nada de nada, tenía curiosidad por saber qué era eso que todo el mundo llamaba "tener escalofríos". Durante todo el cuento, cabe destacar, se refieren a tener escalofríos con pasar miedo o con recibir sustos y cosas así. El caso es que el tonto va a trabajar con el sepulturero del pueblo, que se disfraza de fantasma para gastarle un susto en el campanario y el tonto no tiene miedo y le pregunta quién es, pero como no se lo quiere decir, pues ¿qué hace? ¡Le tira por las escaleras! Y encima le deja allí tirado, moribundo (solo se había roto una pierna). No sé, a mí de momento el chico me parece violento más que valiente. El caso es que le echan la culpa y el padre se enfada tanto que le echa de casa, así que se va de viaje porque dice que quiere saber qué son los escalofríos para ganarse la vida. Y durante el camino, se encuentra con un hombre que le dice que pase la noche cerca de una horca donde había unos cuerpos colgados (muertos, claro), y el chico lo hace. Y al montar la hoguera, descuelga a los muertos para que se calienten junto al fuego con él. O sea, qué macabro es todo esto ¿no? ¿No saben que están muertos? Me da mal rollo. El caso es que sigue su camino, buscando cómo sentir escalofríos (porque el pasar la noche con los colgados esos no funcionó) y le hablan acerca de un rey que ha dictaminado que quien pase tres noches seguidas en un castillo encantado por entes oscuros, se casará con su hija, la princesa,y recibirá grandes tesoros y riquezas ocultas en el castillo encantado. El chico prueba suerte, y la primera noche se le presentan dos gatos que quieren jugar a los naipes. Pero el chico pide que les muestren las uñas, y al verlas tan largas, intenta limárselas y al final dice que no le gustan esas uñas y no le apetece jugar a los naipes. ¿Y lo deja ahí? ¡Nooooo! ¡Mata a los dos gatos y los echa al fuego! Se estaría quedando sin leña para el fuego que tenía montado. El caso es que más tarde se le aparecen todo tipo de animales, perros y gatos, que la lían parda hasta que él se cabrea y empieza a matarlos con una cuchilla. ¡Pero qué brutalidad! Cualquiera le cabrea al tipo este, ¿no? Después tiene sueño y quiere echarse en una cama que había allí, pero ésta empieza a moverse y a recorrer a toda pastilla todo el castillo, hasta que vuelca y lo intenta aplastar. ¡Y el tipo ni se inmuta! Vale que no tengas escalofríos, pero ¿no te acojona un poco que una cama intente matarte? Al parecer, a este chico no.
A la noche siguiente, empiezan a caer cuerpos mutilados por la chimenea, y la parte inferior de un cuerpo empieza a corretear por ahí. Más tarde, aparecen unos muertos vivientes jugando a los bolos con calaveras, y él participa jugando también. Yo aquí, estaba ya alucinando, pero seguí leyendo.
La tercera noche, se le presenta un ataud con un muerto, y él se empeña en decir que es su primo. Lo saca de la caja e intenta calentarlo junto al fuego, hasta que al final se mete con él en la cama para darle calor humano. Pero, ¡qué asco! Este cuento se empezaba a ir de las manos, ¿eh? Pero al final el muerto se despierta y se indigna (cómo no) y el chico tiene que meterlo de nuevo en el ataud. Al poco rato, se lamentaba el chico de que no podía tener escalofríos y que deseaba saber qué era eso, y se le presenta un viejo queriendo matarle (así porque sí. A lo mejor era el dueño de los gatos jugadores de naipes) y se van hasta una especie de fragua donde el viejo descarga el martillo sobre un yunque y lo hunde en la tierra. El chico no se sorprende y, haciendo lo mismo que el viejo, lo parte por la mitad el yunque. Después, le coge al viejo por la barba y la mete entre las dos mitades, que al volverlas a unir, se quedó atrapado. ¿Y qué hizo? ¡Pues molerlo a golpes! Y tan tranquilo. El viejo se rinde y le guía hasta una sala con tres cofres llenos de oro.

El caso es que se casa con la princesa y hace rey al final y todo eso, pero sigue sin saber qué son los escalofríos. Hasta que la mujer ya se cabrea y una de sus criadas le dice que tiene la solución. Se fue a un río, cogió con un barreño agua con un montón de pequeños pececillos, y por la noche, retirando las mantas, lo volcó sobre el chico que dormía. Entonces, al sentir los pececillos meneándose por ahí y húmedos (a mí me daría un asco que te mueres) resulta que sí tiene escalofríos y se alegra un montón.


.... No sé vosotros, pero a mí este cuento me ha dejado con mal sabor de boca. No sé, como si me esperara algo más, que no algo tan tonto y tan simple como el barreño con los pececillos. Y aparte, todo el tiempo juegan con cosas de miedo, y resulta que lo último es una cosa ASQUEROSA, que no tiene nada de terrorífico. Pero al menos, pasas un buen rato riéndote con la de cosas terroríficas que dan risa, como los muertos jugando a los bolos.
En resumen, este cuento me ha dejado... como con hambre. Quizá el próximo prometa algo más.





¡Espero que os haya gustado!

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